Hace veinte años que murió Kurt
Cobain. Me acuerdo perfectamente de lo que estaba haciendo ese día, casi como el de las Torres Gemelas. Llevaba puesto un uniforme de colegio y me
enteré en el recreo. Alguien lo dijo, así de pasada. Yo ya tenía un par de
cintas grabadas, creo que el Bleach y
el Nevermind, y oía a ese grupo con
auténtica pasión adolescente, o espíritu adolescente, para no salirnos del
guion.
La noticia me dejó muy quieta,
como esas secuencias de peli en las que todo lo de alrededor se silencia y te
quedas solo con tu cabeza. No sé exactamente qué supone que muera alguien que
no conoces de nada, pero ocurre. Supongo que a partir de ese momento a mi madre le gustó menos aún
que oyera a Nirvana encerrada en mi habitación, no fuera a ser que... Son tópicos,
muchos, pero terminan funcionando y dando forma a esas existencias
tan raras que habitamos en la adolescencia. Quizá más tópico, pero no menos
real, es el hecho de que yo ahora tengo seis años más que él cuando murió. Hoy
miraba fotos suyas y me daba cuenta de que era mucho más joven que yo en este
momento, lo que me ha hecho sentirme muy mayor. Malditos homenajes.
Digresiones aparte, cuando el
líder de Nirvana murió, empezó a surgir una guerra para determinar quién había
empezado a escucharlos antes, ya que los que lo hicieron a partir de su muerte eran
poco menos que farsantes. También existía la rivalidad entre los que eran de
Nirvana o de Pearl Jam, como si oír a Nirvana a partir del suicidio de
Kurt Cobain fuera algo demasiado comercial. Así que ya no sabías qué debías escuchar o
hacer para ser más auténtico. La época del aparentaje es dura, por eso creo que, en el fondo, no volvería nunca a ella.
Y entre Nirvana, Pearl Jam, Soundgarden y otros
grupazos, te metías de lleno en los últimos noventa, te calzabas un jersey
viejo, te sentabas en Malasaña (o donde correspondiese) y te sentías parte de algo, que no es poco.
Es cierto que todo esto es pura nostalgia sesgada, pero es una nostalgia en la que me gustaría quedarme a vivir de vez en cuando…así que…por qué no echar un poco la vista atrás.
Es cierto que todo esto es pura nostalgia sesgada, pero es una nostalgia en la que me gustaría quedarme a vivir de vez en cuando…así que…por qué no echar un poco la vista atrás.
Han pasado veinte años de todo
esto, lo que significa que ya ha empezado el momento en el que uno se mira al
espejo y es consciente de que está empezando a hacerse viejo lentamente, como
un suplicio de Tántalo moderno.
Ahora mismo estoy a punto de tener a mi primera hija y me doy cuenta de todo lo que ocurre en veinte años de una vida, lo breves que parecen a veces y lo tremendamente pesados que son en otras ocasiones.
Ahora mismo estoy a punto de tener a mi primera hija y me doy cuenta de todo lo que ocurre en veinte años de una vida, lo breves que parecen a veces y lo tremendamente pesados que son en otras ocasiones.
Sea como fuere, hace veinte años empezó
una época en la que nos divertimos mucho, un tiempo que pensábamos que sería
eterno y que por mucho que todo cambiase en el futuro, no cambiaría nada. Mi sensación es
que teníamos todo el mundo para correr, que las oportunidades eran infinitas y,
sobre todo, que podíamos hacer lo que nos diera la gana porque sería posible.
En la actualidad nos encontramos
con un país en crisis económica, social, creativa... Un país
desnortado, descontrolado y con ganas de regresar al pasado, pero no al de
Nirvana y Pearl Jam, sino a un pasado rancio y con un sabor muy amargo. Pero,
sobre todo, tenemos un país triste. No sé si nuestra generación está pagando
los felices años noventa o qué, lo que sí creo es que este país se hunde en una
especie de pantano como en el que murió Artax.
La
autocomplacencia del pasado puede llegar a resultar un poco inocente, y para evitarlo pienso en qué pasaría si me
encontrase conmigo hace veinte años o quince, si ella se avergonzaría de mí o a
mí ella me resultaría una mema. Y…no sé…creo que nos caeríamos bien, nos
tomaríamos una cerveza y no tendríamos mucho que echarnos en cara. Eso me
reconcilia con el presente y me hace pensar en que siempre hay tiempo para ser
feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario